Volaba. El cielo era rojo, anaranjado, morado, azul. El sol se
convertía en el ojo más vivo y agudo; penetrante junto a dos montañas que se
aventuraban a ser holgadas pestañas: se despedía. Oscuridad paulatina y el
primer lunar del cielo: blanco, brillante y cortejador. La sonrisa de la luna y
el resplandor de la metrópoli. Un niño tendido en algodón: en nube volátil. Lágrimas
en vaivén: lluvia de ambición. Noctámbulos: blancos, negros, rosas, verdes. ¡Euforia,
vehemencia, ímpetu! Oscuridad.
Volaré.
Volaré.